Portugal salvado por una Cruzada del Rosario




Era Portugal, desde principios del siglo XVIII, el país más secularizado del mundo. La política antirreligiosa del Marqués de Pombal, el éxito de las ideas de la revolución francesa, el predominio de la masonería, fueron las causas principales de esta situación gravísima.

El día 5 de octubre de 1910, los masones consiguieron destruir la monarquía y, hasta 1917, dejaron que se cometieran las peores violencias contra la Iglesia y los católicos. En el día 26 de marzo 1911, en un congreso de libres pensadores, el masón Alfonso Costa había afirmado que Portugal se hallaba admirablemente preparado para la ley de separación de Iglesia y Estado, por la cual “en dos generaciones el catolicismo quedaría completamente eliminado”.


Los años que siguieron fueron los más sombríos de la historia de Portugal. La anarquía y la impiedad hicieron todo para eliminar la religión católica: supresión de las relaciones con el Vaticano, varios obispos impedidos de residir en sus diócesis, congregaciones enteras rechazadas, prohibición de llevar la sotana, el clero casi privado de lo necesario, párrocos expulsados, prohibidos los documentos pontificios, enseñanza atea, escolares desfilando en las calles y gritando “ni Dios, ni religión”, etc.

Solamente un milagro podía salvar a Portugal.

Ya desde 1910, algunos católicos reaccionaron. Estudiantes de la ciudad de Coimbra constituyeron una asociación para estudiar y difundir las encíclicas sociales de los Papas.

También, estos estudiantes se dirigieron a Nuestra Señora que es, desde el día 20 de octubre de 1646, la Reina de Portugal (siempre sus Reyes colocaron su corona sobre la cabeza de la estatua de nuestra Señora de la Concepción). Así, en 1915, estos estudiantes católicos instituyeron la “Cruzada del Rosario” que tuvo un inmenso éxito: las iglesias de Lisboa estuvieron llenas durante todo el mes de Mayo; incluso se veía a oficiales del ejército rezando con su uniforme, Rosario en mano, lo que era un acto de coraje en esas circunsatncias.

Dos años después, en 1917, la Santísima Virgen misma, “más fuerte que un ejército en orden de batalla, vino a Fátima y relanzó la Cruzada del Rosario, sinónimo de victoria para la cristiandad: “Rezad el Rosario todos los días”, repitiendo eso en cada una de sus seis apariciones y designándose bajo el título de “Nuestra Señora del Rosario”.

La situación de Portugal mejoró entonces tan rápidamente, que el 29 de abril de 1918 el Papa Benedicto XV no vaciló en hablar de una “ayuda extraordinaria de la Madre de Dios”.
     
Portugal estaba salvado.

En nuestros países, la situación actual es semejante a la de Portugal cuando era gobernado por los enemigos de la Iglesia. La libertad religiosa, que San Agustín llama la “libertad de perdición”, hace de las instituciones públicas (universidades, escuelas, tribunales, hospitales, gobierno, leyes, etc.) instituciones ateas. La era de las naciones oficialmente y realmente católicas ha desaparecido. Estamos en una época en que “Jesucristo no reina sino por las calamidades vinculadas con su ausencia".

Realmente, la situación es grave, humanamente sin solución.

Humanamente, sin salida posible; pero con la fe y la oración perseverante del Santo Rosario, es posible esperar una gran victoria. La historia lo prueba. Lo que aconteció en Lepanto, en Austria, en Portugal, puede acontecer en Chile y en todas las naciones. ¡Animo y confianza en Dios!


La situación de nuestros militares presos políticos puede cambiar sustancialmente en cualquier momento, desde que existe una Cruzada formal del Santo Rosario con esa precisa intención. ¡Animo y confianza en nuestro omnipotente Dios!

"¡Pero, Padre, somos tan pocos!”. Los estudiantes de Coimbra eran aun menos numerosos, los turcos de Lepanto eran poderosísimos, los protestantes franceses en 1628, los comunistas brasileños en el año 1964, parecían vencer, etc. Pero fue el Rosario que venció en todos estos casos.

"¡Pero, Padre, si sólo rezamos el Rosario, nada conseguiremos!". Por supuesto, pero conseguiremos todavía menos resultados si sólo actuamos y no lo rezamos. "A Dios orando y con el mazo dando", dice acertadamente la sabiduría popular. Son necesarias ambas cosas: la acción y la oración. Hasta ahora hemos actuado (aunque con problemas de dispersión y de excesiva moderación), pero no hemos rezado lo suficiente.

¡Animo y confianza en Dios! El Santo Rosario es la gran arma de Dios en estos tiempos. ¡Animo y a empuñarlo con resolución!